martes, 23 de agosto de 2011

¿Monotonía veraniega?

Después de contar los minutos, por fin me decido, me levanto de mi silla y atravieso mi habitación de esquina a esquina, hoy me parecía más pequeña de lo que todavía es.

Cuando llegué al umbral de la puerta del cuarto de estar, respiré profundamente y atravesé el salón para sentarme en el sillón del otro lado. Y allí estaban, a mi izquierda, ilusos, incrédulos, aunque puede que no tanto. Miré el reloj, "venga, cuando termine se lo digo, antes de que ella se duerma", pensé. Después de haberlo imaginado tantas veces por fin llegaba el momento... por fin iba a poder quitarme el antifaz, aunque antes tendría que deshacerme del hilo que me cosía los labios y de lo que fuera que se hubiese llevado mi voz...

Por un instante me sentí insignificante, pequeña y débil, frágil... Delante de dos jueces a punto de condenarme simplemente por ser feliz. Al final pasó lo que me temía, nada, absolutamente nada. Tantas ganas ahogadas en el silencio.

"Por la noche llegará la hora de la verdad, ahí no habrá nada que me lo pueda impedir"... no sé cómo soy capaz de mentirme a mí misma tan descaradamente. Y así transcurrió casi toda la tarde, cabilando y pensando, y dando vueltas y vueltas y vueltas...

Después de aquella tarde no tenía fuerzas, y en ese momento se supone que tendría que mantenerme firme, así que me rendí sin siquiera intentarlo, así soy, a veces impulsiva y a veces tan... Tan desganada me sentí que les acompañé mientras veían una película en la que, casualmente, también se narraba mi mismo problema, y al ver una posible reacción en unas personas que podrían ser ellos, definitivamente el miedo se llevó todas mis energías, por mínimas que fuesen.

Un día difícil, mejor apagar la luz.