domingo, 2 de octubre de 2011

Capicúa

Mismo principio, mismo final. Así es como estamos definidos todos y todo.

El ciento uno es un buen número. Me gusta, tiene bastantes significados, en el lenguaje binario por ejemplo es el número cinco. Pero para mí es mucho más que tres simples dígitos. Es tiempo, decepción, alegría, tristeza, confianza, reciprocidad, ilusión, dedicación, esfuerzo, superación, evolución, esperanza. Ciento un secretos, ciento un caminos que te pueden llevar hasta lo más profundo de una persona aparentemente normal, ciento un razones para que comprendas que si estás leyendo esto no es por casualidad. Ciento un creaciones que tienen su origen en meros pensamientos e ideas fugaces de un ente pensante y, en ocasiones, perdido, que simplemente busca un hueco, su hueco, entre tanta inestabilidad, falsedad e hipocresía, algo puro que no le responda con palabras de odio o rencor o incluso maldad. Esto es el resultado de horas y, aunque suene imponente decirlo, de años, mecidos en tenues melodías de piano.

¿Y ahora qué? Después de tanto tiempo y de tantas reflexiones el balance procuras que sea bueno, en este caso lo es, mucho más que bueno. A veces es preciso recordar el comienzo para poder comprender cómo has llegado a este mismo instante.

Mismo principio, mismo final. Yo terminaré tal y como empecé aquella noche aburrida y tediosa, escribiendo.

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