viernes, 18 de noviembre de 2011

Hoy


Desde hace dos semanas una cortina de nubes se cierne sobre el cielo de Madrid. Aunque esta vez la lluvia sólo se limita a acariciarme la piel, no a calarme los huesos.

Últimamente todo está en armonía y no parece que nada ni nadie se atreva a romperla. Todo está conectado y las casualidades no tienen cabida.

Es otoño; pero creo que no hace falta afirmar lo evidente. Está llegando el frío, por fin, y pronto caerán los primeros copos de nieve. Es extraño la pasividad y la indiferencia que me produce el mal tiempo de estos últimos días. No necesito ver el más tenue rayo de sol para encontrar la luz de estos despertares tan grises.

Que se atreva alguien a derribar este muro de optimismo que tanto me ha costado levantar. ¿Tanto? Sólo un par de horas de reflexiones intensas.

Es increíble lo bien que sienta redactar unas cuantas líneas bien escritas al azar, y que sólo tienen sentido para mí y para cuatro gatos más que se dignan a gastar un rato de su valioso tiempo, en leer los pensamientos alegres y absurdos de alguien que gasta el suyo intentando superarse a sí misma cada día.


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