viernes, 2 de julio de 2010

A veces es bueno arriesgarse.

Creo que una de mis aficiones, si se puede denominar así, durante el verano, es dar largos paseos al caer la noche, sobre todo por algún parque perdido entre la rutina de la ciudad. A veces me gusta pasear sola, te ayuda, reflexionas mientras observas detenidamente cada hoja de cada árbol. Últimamente, tengo la sensación de estar dando una caminata continua y pesada, que no sirve nada más que, para que mis más destacados fallos y pesadillas salgan a la luz de mi memoria. Hoy, muy a mi pesar, mi mente me ha llevado a pensar en decir adiós, y aunque las despedidas sean uno de los peores momentos en los que se puede ver un ser humano, pueden significar el comienzo de lo inesperado.
Durante mi diálogo conmigo misma, lo que más me irritó fue, darme cuenta de que, por culpa suya no había podido continuar mi camino junto esas personas, que habían conseguido a base de juegos, abrazos, risas y música, llenar mi vida de alegría durante los que fueron,sin duda, los mejores siete años que he podido pasar.
Todo empezó ése año. Antes de que cayera el estío, yo ya sabía que esos lazos tan aparentemente fuertes se iban a deshilvanar con una facilidad asombrosa, pero, a pesar de eso, yo me mantuve indiferente, firme. Con el desvanecimiento de las hojas, también se desvanecieron mis ilusiones, así que me decidí, aquél 1 de noviembre, a acabar con algo que no tenía ninguna cabida en mí. Y de repente, mi mundo se derrumbó, como lo hace cualquier monumento al perder a sus soportes más fuertes. Eso fue el resultado de un cúmulo de riesgo, individualismo y estima por mí misma.
Lo que no me podía ni imaginar es que, al cabo de más o menos un año, esa página a la que yo había dado esquinazo hace justo doce meses, estaba casi superada, y me encontraba pasando una madrugada, un amanecer y una noche en unas circunstancias que mi cerebro no hubiese sido capaz de procesar en ese momento.
Lo peor de la caminata de hoy, darte cuenta de que todos los buenos recuerdos y momentos que has pasado con alguien que ya no está, se convierten, al recordarlos, en algo doloroso y frío, que por miedo a afrontarlo, lo evitas inconscientemente, si no, miradme a mí. Lo más reconfortante del paseo bajo las estrellas de hoy, saber que hay veces que, arriesgarse puede ser tan extremadamente beneficioso, que puede incluso convertirte en quién eras en realidad y en quién has querido ser siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario