jueves, 19 de agosto de 2010

''Aquí yacéis tú y el más mínimo resquicio de creer en ti''.

El sonido de las gotas de lluvia golpeando los cristales de mi ventana me sobresaltaron en medio de la noche. Era imposible volver a conciliar el sueño y más, teniendo en cuenta que las tormentas siempre despertaban en mí, una sensacion de inseguridad y torpeza que no conseguía callar ni la más armoniosa melodía.
Pasados unos minutos, después de que un trueno estridente me hiciera levantar de la cama, decidí enfrentarme a ella, nadie más para poder encubrirme, sólo unas cuantas partículas de H2O y sus estruendosos secuaces frente a un ser racional y las agallas necesarias. Y es que, ese fenómeno meteorológico no había hecho más que revivir y provocar situaciones que hacían que se me encogiera el estómago. Pero sin pensarlo dos veces eché a andar; qué más daba, al fin y al cabo, como he dicho antes, no había nadie más...
El suelo estaba empapado, no mucho más que todo mi cuerpo, pero aún así no podía dejar de caminar, esas ganas brotaban de alguna parte de mí hasta ahora desconocida. Cuando me quise dar cuenta, las luces que iluminaban la urbanización se iban haciendo más y más diminutas, hasta volverse imperceptibles a los ojos de alguien con dos horas de sueño y que pasea sin rumbo fijo en una noche de tormenta. De repente, un muro se levantó frente a mis ojos, surgió así, sin más, de entre la neblina. Comprendí entonces que estaba mucho más perdida de lo que imaginaba y que ese muro ya estaba ahí mucho antes de que yo me tropezara con él aquella noche. Pero estaba claro que un ''simple'' trozo de hormigón no iba a frenar mis ansias de recorrerme toda la ciudad en apenas media hora, así que, crucé la puerta y pasé al otro lado.
A partir de ese momento no sabría describir esa sensación de...total inseguridad, miedo, incluso me atrevería a decir, desnudez ante algo tan...majestuoso e imponente. Me quedé pensando, para variar, rodeando aquel grandioso...no sé cómo demonimarlo. Después de dar muchas vueltas al tema, en el sentido más literal de la expresión, noté que una esquina blanquecina brotaba del gran socavón que tenía frente a mí. Me agaché y desenterré con sumo cuidado el pedazo de papel que asomaba de entre el barro. Había algo escrito. Al ir leyendo cada una de las palabras allí escritas, noté que me ardía esa parte de mi cuerpo de donde había brotado mi miedo y ahroa también, todos mis más horrendos sentimientos y peores recuerdos.
Quise salir corriendo, huir, de aquel horrible lugar, al que, por casualidad o de manera inconsciente, había llegado. Pero no podía, mis piernas no respondían. Quise gritar pero por más que abusaba de mis cuerdas vocales, éstas no emitían sonido alguno. Noté como mi cuerto, movido por el viento, se tambaleaba y se volvía ligero, como restos de ceniza. Y sin poder remediarlo, me derrumbé y me desplomé en medio del hoyo gigante al que había observado durante horas. Allí, sin nadie para encubrirme, sólo mi cuerpo sin vida y unas cuantas partículas de H2O, que consiguieron, una vez más, ganar el orgullo y el amor propio de un ser racional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario