sábado, 15 de mayo de 2010

Autocensura.

¡Ah!...¡Qué rabia!...No me sale, no se me ocurren las palabras. Tanto para describir. Se supone que con que lo sienta y lo disfrute yo es suficiente, pero no, ¡no!. Es algo digno de ser dicho, gritado, proclamado. Y con todo y con eso me quedo corta.
No hay derecho que las palabras se queden tan obsoletas a la hora de describir… algo tan… emotivo, intenso, corto. Una frase, sólo una frase, es increíble. Admiración, cariño, nostalgia… No entiendo el miedo que tengo a decirlo, ¿veis lo que habéis conseguido?. Por intentar seguir vuestras directrices no me puedo expresar con libertad. Mis ansias de volar han sido encerradas en una cárcel de autocensura que no soy capaz de destruir. Esta vez ha sido culpa vuestra, aunque también mía por intentar complaceros. Creo que nunca os lo voy a perdonar. Nunca llegaréis a sentirlo, nunca seréis capaces de acercaros, nunca. Eso sí, estaréis siempre pendientes, al pie del cañón, esperando la oportunidad perfecta para volver a desenterrar el dolor que causasteis. Por mí perfecto yo ya estaré lejos, quizás en el Sáhara, en California, en Australia, en… en cualquier sitio lejano a vuestra falta de empatía.
Porque efectivamente, ninguna persona grande comprenderá jamás que tenga tanta importancia.

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