lunes, 1 de noviembre de 2010

No hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

Hoy más que nunca ansío con todas mis fuerzas demostrar quien soy. Gritarle a los faltos de humildad que se ahorren sus míseras ganas de hacerme ver como un cero a la izquierda. Mostrarles el único camino que les espera, el de la frustración por no llegar a sentir cuando de verdad algo te importa, el de la mentira por no llegar a decir nunca lo que de verdad anhelan expresar, el de la soledad por estar rodeados únicamente de extraños pero de nadie verdaderamente esencial.
Y en especial a ti, aunque de forma contradictoria, no me gustaría dedicarte más que unas cuantas palabras mal ordenadas que formen un ''HASTA NUNCA'', pero mi ego y mi orgullo, que aunque escondido no se subestima, no me permiten reprimir mis impulsos y seguir como si nada hubiese pasado, es decir, como tú quieres. Porque mi tiempo y cariño valen más que cualquier escucusa barata, que cualquier beso mal dado, que cualquiera caricia o abrazo robado. Porque por fortuna (para tí) o por desgracia (para mí) ''esto'', esto que no está, porque en realidad no fue y nunca será, ha consistido en un mero aviso de lo bajo que se puede llegar a caer y lo ruín que puede llegar a ser un ser ''humano''.

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