miércoles, 24 de marzo de 2010

¡Cuánto optimismo!

Quizás sea eso, un ser incapaz de olvidar, incapaz de conservar lo antiguo, un ser cambiante que no se reconoce a si mismo, que tiene ni la más mínima impresión de lo que quiere y le hace feliz, que siente envidia por todo y todos, simplemente porque no se gusta a sí mismo y quiere lo de los demás. Un ser dependiente, moldeable, frágil, insignificante, cobarde, egoísta, solitario, irascible, desagradable e incapaz de conseguir nada y que ya se dio por vencido. Parece que no sirvió de nada el escarmiento anterior, ni el anterior ni ningún otro que le haya precedido, porque al final los débiles siempre vuelven a caer.

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